martes, 18 de octubre de 2011

I.N.V.I.E.R.N.O.

Bueno, esto es algo que escribí el invierno pasado... y bueno, no es que me sienta o que piense realmente así ahora mismo, pero lo he encontrado, y me ha parecido buena idea publicarlo. Ahí va.

En invierno, las personas tienden a juntarse. A pasar más tiempo untas, como en el instituto, en el trabajo, o cuando sales, estás menos disperso. Muchas parejas se juntan en invierno. Muchísimas amistades se forjan en invierno. Buscan el calor de otras personas, el calor humano, para estar más a gusto por fuera.. y por dentro. Parece una tontería, pero si te paras a pensarlo, es verdad.
 La primavera altera nuestras hormonas, pero casi siempre en el sentido sexual o irascible. El verano nos hace separarnos un poco más de las personas sentimentalmente, ya que hace calor y lo que te apetece es tener más espacio, refrescarte, pasarlo bien. El otoño es una época para pensar, en la que no estás ni muy allí ni muy aquí. Es una época más calmada...
Pero el invierno es una estación complicada. Las personas se unen, se hacen más fuertes, se acercan y se apoyan más unas a otras. Se aman más. Encuentras a esa persona. Entonces tú notas que desprende un calor interior que a ti te parece especial. Si esa persona se da cuenta de que tú también posees ese calor, tienes mucha suerte. Si la otra persona no encuentra esa chispa especial en ti, lo único que queda es encoger los hombros, olvidarlo lo más rápido posible, porque sino esa luz, ese calor interior que llevas en lo más profundo de ti, puede amenazar con apagarse.
Pero lo peor es cuando eres una de esas personas que no tienen ese calor. Cuando careces de esa luz interior. Cuando te empiezan a dar igual todas esas cosas, cuando empiezas a coger asco a la Navidad, a sus lucecitas y adornos de colores, cuando una canción suave de amor que antes te encantaba, ya no puedes escucharla ni cinco segundos. Cuando ves esa película con la que antes llorabas de alegría, y ahora lloras de envidia.
Cuando eres una de esas personas que no llevan una llama de calor en su interior, sino que llevan el mismo invierno que se siente en el exterior. El mismo invierno que te congela las manos y los dedos de los pies. El mismo invierno por el cual algunas personas llegan a buscar calor en ti, pero solo encuentran frío. Ese frío que te puede llegar a aniquilar poco a poco. El mismo frío que hiela los parabrisas de los coches. El mismo frío que te puede helar el corazón.

2 comentarios: